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TEMPLOS SUD - REDENCIÓN VICARIA BAUTISMAL

sábado, 21 de julio de 2012

HISTORIA FAMILIAR [RELATO DE UN HECHO]


No me di por Vencido
 POR  C A R LOS A . DEL LONGO



Un año después de que me bauticé en 1963 en Argentina, fui llamado a servir como secretario de rama. Un día encontré unos registros de grupo familiar y unos cuadros genealógicos en blanco y, sin haber recibido capacitación alguna, comencé a llenar las hojas con la ayuda de mi madre, quien recordaba los nombres de sus antepasados y los de mi padre, así como las fechas importantes en la vida de ellos, remontándose hasta la cuarta generación. Incluso recordaba a algunas de las personas de la quinta generación y a una de la sexta.

Sentí el deseo de profundizarme en la búsqueda y me dediqué a verificar la información que mi madre me había dado. Cuando aprendí cuál era el propósito de la obra de historia familiar, comencé inmediatamente a enviar al templo los nombres de mis seres queridos que habían fallecido.

Aun cuando tuve éxito con la línea de mi madre, la de mi padre me resultó más difícil. A pesar de mis esfuerzos, por casi veinticinco años no me fue posible confirmar la fecha de nacimiento de mi abuelo paterno. Su certificado de matrimonio indicaba que había nacido en Udine, Italia, por lo que escribí unas treinta cartas a ese lugar y a los pueblos de alrededor. Ninguna de las respuestas confirmaba lo que yo buscaba.
En 1988 se abrió una sucursal de la biblioteca de historia familiar en Rosario y se me llamó a trabajar como bibliotecario. Sentía que estaba cerca del cielo por tener tanto material a mi alcance. Me pasé horas leyendo y mandé pedir registros en microfilme de muchas ciudades. En el Índice Genealógico Internacional (IGI) encontré los nombres exactos de mi abuelo y mi bisabuelo. Escribí al pueblo de Italia en el que los dos hombres habían nacido y pedí sus actas de nacimiento. El sacerdote de la parroquia me las envió, pero los registros comprobaban que esos hombres no eran mis parientes.

Escribí nuevamente y esta vez pregunté si el sacerdote tenía alguna información sobre mi abuelo. Él me dijo que escribiera al ayuntamiento y así lo hice. Mi corazón se llenó de gozo cuando recibí una hoja de papel que contenía los nombres y las fechas importantes de mis abuelos, bisabuelos, tatarabuelos y muchos otros miembros de mi familia. Esa hoja también indicaba que el nombre de mi abuelo se había cambiado después de haber llegado él a Argentina, lo que explicaba la confusión que había surgido al buscar sus datos.

Volví a escribir al ayuntamiento y les pedí que me mandaran la hoja que precedía a la que ya me habían mandado. Así lo hicieron y contenía los nombres de veintisiete personas más. Se realizaron las ordenanzas del templo por todos esos parientes y yo tenía la seguridad de que efectivamente eran mis antepasados.

Gracias a experiencias maravillosas como éstas, me siento muy recompensado por mis esfuerzos de
realizar la búsqueda de mi historia familiar. Aun cuando en ocasiones he tenido decepciones, no me he dado por vencido. Puedo ver que nuestro Padre Celestial ciertamente me ha guiado en mi investigación.

Sé que nuestro Padre Celestial brindará la oportunidad a todos Sus hijos de recibir las ordenanzas del templo, ya sea en la actualidad o durante el Milenio. También sé que nuestros antepasados que acepten el Evangelio en el mundo de los espíritus anhelan que realicemos la obra de historia familiar. Si dedicamos nuestros mejores esfuerzos al Señor, Él abrirá el camino.

Liahona, Setiembre 2008, Pág. 26

CLÁSICOS DEL EVANGELIO

PRESIDENTE  HOWARD  W. HUNTER 
UN  PUEBLO  DESEOSO  DE  ASISTIR  AL  TEMPLO
Un pueblo deseoso de asistir al templo - Liahona marzo de 2004 - liahona

HISTORIA FAMILIAR [RELATO DE UN SUEÑO]

Ayuda del cielo
Por Ceferina Dora Flores - Liahona, Febreo 2004 Pag. 45  
El paciente era alto, apuesto, vestía de blanco y me miraba a los ojos sin decir una palabra. Yo había ido a buscar su receta para ir a comprarle sus medicinas.

En ese momento, apareció una enfermera, también vestida de blanco, que me dio una hoja de papel. Parecía un historial médico.

“¿Es el número de expediente de él?”, pregunté.
Ella no contestó, sino que se limitó a dar vuelta a la hoja. Al dorso había un número: 12.830.

Este incidente no tendría nada de extraordinario si no fuera por el hecho de que ese paciente había muerto hacía más de un año, el 7 del abril de 1990. Era mi hermano menor, Carlos Hugo, y yo sólo estaba soñando.

Desperté a las 4 de la madrugada y de inmediato anoté el número. Ese mismo día me levanté temprano y le conté el sueño a mi hija Ana. Le mostré el número y ella me dijo que parecía más una fecha que un número de archivo médico. De pronto se me ocurrió algo. Ese sueño debía tener algo que ver con la información de historia familiar que estaba buscando sobre mi abuela paterna. Durante 10 años había intentado localizar el acta de nacimiento de mi padre. Al no tener éxito, dirigí mis esfuerzos a buscar información sobre su madre.

Cuando tuve el sueño, tuve la intención de volver a los archivos históricos de la provincia de Mendoza, Argentina, para ver si los investigadores habían encontrado alguna información que pudiera serme útil. Les había pedido que investigaran los años entre 1925 y 1932; pero antes de ir a los archivos, tuve la fuerte impresión de visitar el cementerio Godoy Cruz.

A las 8 de la mañana de aquel día, le preguntaba al señor Paz, un empleado del cementerio, si me haría el favor de consultar aquella fecha en sus registros para buscar alguna información sobre la muerte de mi abuela, Margarita Flores. Mientras hojeaba los viejos y gastados libros, yo oraba en silencio y con fervor.

De repente lo oí decir: “¡Tiene usted mucha suerte! Aquí es donde su abuela está enterrada”. Hizo constar los datos en un documento, lo firmó y lo selló; luego me acompañó gentilmente al sector H, donde vi una pequeña placa de bronce que decía: “Margarita Flores. Fallecida el 12/8/1930”. La misma fecha que había visto en el sueño.

Yo aún no había nacido cuando murió mi abuela, pero más de 60 años después de su muerte, pude encontrar el lugar donde estaba enterrada.

Enseguida fui a los archivos para ver si habían encontrado algo sobre mi abuela. “Negativo”, dijo el hombre que me atendió. Le di el certificado que el señor Paz me había dado en el cementerio y cinco minutos después tenía en mis manos la fotocopia del certificado de defunción de mi abuela. Utilizando esa información, por fin pude localizar el acta de nacimiento de mi padre y el nombre de mis bisabuelos.

En Su infinita misericordia, nuestro amoroso Padre Celestial había hecho posible que se me comunicara la información necesaria. De inmediato envié todos los datos que había obtenido al Templo de Buenos Aires, Argentina, para que se realizaran las ordenanzas vicarias.

Sé que todavía queda mucho por hacer, pero también sé que cuando nuestras mentes y nuestros corazones están dispuestos y nos esforzamos, recibimos ayuda del cielo. Un día habrá una resurrección gloriosa y deseo con todo mi ser encontrarme unida a los que amo.

Ceferina Dora Flores es miembro del Barrio Godoy Cruz Centro, Estaca Godoy Cruz, Argentina.